Yo no sabía que mis manos eran agua
Que podían volverse infinitamente tacto
Que tu perfecta escultura de cálido nácar
Lograba derretirlas y en tus poros se internaban.
Yo no sabía que mis manos volaban
que al compás de tus gemidos
de mis brazos se escapaban
y cautivas en tu cuerpo extasiadas te buceaban.
Tampoco imaginé que mi boca era fuego
Que se encendía saboreando tus azahares
Y desataba en tu cuerpo un mágico incendio
Que sólo se apaga en una explosión.
Yo no sabía que mis ojos eran tuyos
Que asomados a tu vientre se cerraban
Y muy cómplices silbaban tu canción…
No hay comentarios:
Publicar un comentario