Nuestros fueron los jardines del Edén
sus paisajes candorosos nos sembraron:
colores embriagados de perfumes
canciones con mágicas leyendas
recetas de manjares ancestrales
y caricias de seda en las entrañas.
Nos fundíamos unidos por los labios
más allá de los caminos y los años
del mezquino sabor del compromiso
se miraban felices nuestras manos.
Degustando manjares y riendo
jugábamos al amor y sin saberlo
brotaron en mi huerto algunos frutos
que en el fondo sabían a sentimiento.
Todavía me quema su pasión
tal vez sea que mi fuego es la materia
de su carne, de su rosa, de su intento
por brindarme lo que nunca llevó dentro.
Yo creía que podría mantenerme
tan osado a su lado, intentando:
esa alquimia imposible y añorada
esa fórmula que no acierta con el alma
ese juego mortal y escandaloso,
de conseguir amor,
transmutando oro.